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Aún hay esperanzas

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    Ayer me escribió mi ex,  y como todo buen ecuatoriano, fui amable y escuché su posición con respecto al futuro de la relación. Hice un análisis de los pros y contras y cuando estábamos cerca de acordar una cita programada ella se excusó a través de WhatsApp diciendo que se le presentó un inconveniente de fuerza mayor y que ya no será posible, quién sabe hasta cuándo. Mientras sentado meditaba en el balcón, hice una mueca de asombro con los labios juntados dando a notar un “¡uhm! Ya ni modo”.   Con esta experiencia, pongo en análisis las veces que nos ilusionamos con buenas nuevas, con noticias o proyectos que estamos pendientes de su logro pero que no se cumplen o no se concretan por cualquier tipo de circunstancia y que a la final nos resignamos a su fracaso o simplemente nos volvemos conformistas o ilusos con una vaga esperanza.   Estas últimas semanas nos hemos actualizado de todo lo que acontece en el entorno cercano, aunque no lo necesitemos, por el impacto mediático que

Entre caníbales

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Luego de colgar el teléfono los planes estaban ya echados, fue cuando empaqué mi pequeña maleta y cargué conmigo la fotografía del mapa colgada en mi habitación. Días atrás pensé en este viaje como una manera de escape ante la tensión que en la oficina campea. -Vamos juntos, armamos una carpa en un lugar apartado, tomamos un vinito y mientras nos embriagamos también nos podemos besar hasta morir, o quién sabe, nos podemos tocar, apretarnos con decencia. Ella, Luna, sonrió. -Paso por ti, yo llevo los tragos, tú tu actitud y tu decisión y tus caricias, dije. Ella solo sonrió ruborizada, asintió con la cabeza y ligeramente dijo “está bien”. En el auto el rayo de sol perpendicular iluminó el sendero de mi escape. Era un día de esos en donde nadie sabe de tu vida, nadie pregunta qué haces y a nadie le interesas por un tiempo, ni tus decisiones. Aún lo recuerdo porque solo salté al abismo y me fui, sin temor. Disfruté mucho esa sensación. -Bésame los homb

Los enfermos crónicos no están solos

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Son las once de la mañana y doña Carmen Macas por un momento encarga su negocio de comida a su vecina, deja de lado su delantal y corre a saludar muy contenta al equipo de cuidados paliativos del Hospital Básico El Puyo (HBEP). Ella es nuera de doña Julia Chacha quien tiene 93 años de edad y recibe tratamiento médico por una fibrosis pulmonar desde hace ya un año. Cada quince días la visita de los especialistas se repite y se evalúa la mejoría de la paciente. “Esta es una enfermedad crónica que acarrea desde que era joven, pero, con los chequeos de los doctores está mejorcita”, explica doña Carmen.  En otro sector de Puyo, Zoilo Rivera, paciente crónico con mieloma múltiple avanzado, también se acoge a este beneficio de las visitas a domicilio por parte del equipo de cuidados paliativos. Mientras realiza sus ejercicios de respiración y articulación de extremidades con la profesional de fisioterapia, explica que sí le gusta el procedimiento que recibe porque el trato es amable

A quien corresponda

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Tengo tantas cosas que contarte. Contarte por ejemplo, cómo mis manos extrañan tu cintura que ahora solo tienen que conformarse con abrazar el aire helado de la distancia. Contarte también que mis ojos se quedan estáticos mirando nada, sólo imaginando tu fugacidad de estrella radiante. Cuando lo hago se sonríe mi boca sin haberle ordenado y se empañan mis labios sin haberles dado motivo. Tantas cosas que contarte cuando viajo de aquí para allá atravesando el páramo encantado sin tus encantos, solo vagando en mi imaginación y desespero. También tengo que contarte que este amor que te tengo sigue siendo igual de intenso y apasionado que no te pienso una vez, sino el tiempo entero. Cuando leo o camino mirando tantas cosas bonitas, pienso: tú eres más bonita, así sin adornos porque te decora tu inteligencia, vocación, y ese hermoso cabello oscuro largo que solía enredarse en mis venas, en mi lengua, en mi cenicero. Tantas cosas que contarte como la envidia que sie

Casualidad

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Ella sueña con dar ese salto largo olímpico de la relación, sueña con tener esa vida con el hombre que ama en donde las distancias se acortan y los sentidos se enmarañan en un solo poro de sudor. Ella continúa a la espera de su propuesta y mientras tanto busca distracciones con su séquito de amigos que la consuelan de los pesares de la duda. Se viste de trajes que combinan con su belleza única de diva; al mirarse al espejo se toca los senos y se muerde los labios pensando en él.  A través del cristal de su estante fija la pupila en su teléfono color pastel atenta a una señal pero las novedades hoy no llegan, más se siente la presencia de las tentaciones de nuevas aventuras con desdichados mercaderes oportunistas del momento, esos que siguen la rutina de la pretensión con manjares académicos, buenas vidas, y risitas mentirosas tras un perfil social de internet.   Ella está confundida. Uno de esos mercaderes la invita a salir. El hombre tiene seguridad en sus pa

Al rescate de la Pelota Nacional

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Todas las tardes desde las  14:00  los vecinos de la parroquia La Paz, en el cantón Montúfar, en Carchi, se reúnen desde hace más de 20 años en el estadio principal para practicar su deporte favorito: la Pelota Nacional.   No importa la edad ni la condición social, solo es necesaria la habilidad para controlar y maniobrar la 'paleta', es decir, la tabla de madera cuadrada rústica con la que se golpea el mini balón y que además pesa cerca de cuatro libras. Esta práctica es el principal entretenimiento de los paceños, en su mayoría hombres que después de su jornada diaria en el campo buscan una sana distracción para terminar su día.  Rigoberto Pozo, uno de los participantes, explica que este deporte, como cualquier otro, también tiene sus reglas, por ejemplo menciona que el partido puede durar hasta dos horas aproximadamente, dependiendo del nivel de los jugadores; la cancha mide 50 metros de largo por 20 de ancho según el espacio de terreno.   Los equip

Hasta viejitos. Relato.

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Una tarde de fin de semana estuve aburrido en casa y el sol brillaba luego de varios días de lluvia. Me gusta la lectura y pensé en terminar un clásico de Saramago que llevo meses sin darle una ojeada, pero luego me detuve y pensé: "de qué me sirven unas líneas literarias cuando también podría encontrar poesía allá afuera"; entonces preparé mi bicicleta, empaqué mi cámara, enlisté mi música en la sección favoritos de mi reproductor, y me fui a pedalear. Mi cuerpo ya no es tan atlético ni fornido como cuando era adolescente deportista, pero la respiración aleatoria aún me funciona al intercalar mis piernas de izquierda a derecha en cada movimiento mientras avanzo en la ruta con mi bici.  No llegué lejos esta vez. La carretera que conecta a mi ciudad con una comunidad de pequeños agricultores y empresarios estaba con tránsito poco usual debido a que el poblado estaba de fiesta.  Había congregado a mucha gente que disfrutaba de las orquestas musicales, juegos po